Lo que nunca muere (La Inmortalidad)
(03-05-15) Hace muchos años, la radio de la postguerra nos ofrecía unas lacrimógenas radionovelas muy similares en su estructura a los actuales culebrones. Una de ellas se titulaba “Lo que nunca muere”, y maldita sea si me acuerdo de su temática, pero sí que era un dramón de muchísima pena y de llorar a raudales.
Utilizo el título para anunciar que quizá dentro de poco lo que nunca muere seamos nosotros. Sí, porque hace muy poco que Javier Sampedro nos contaba en el diario El País una nueva investigación publicada en la revista Science, llevada a cabo por científicos norteamericanos y chinos que podría detener el proceso del envejecimiento, e incluso revertirlo.
“El enfoque del envejecimiento es un cóctel de audacia y vanguardia tecnológica. No han hecho papilla las células de un joven y un viejo para comparar el cosmos de agujas en un pajar que se revelan allí. En vez de eso, han metido las narices en el mismo centro lógico del proceso. Y las pistas estaban allí desde hace décadas.” , dice Sampedro.
¿Cuál es el primer comentario que se nos escapa a cualquier abuelete? Así que desde hace décadas que lo teníamos ahí, no? ¡Panda de desgraciados! ¡Podíais haberlo descubierto antes! Pero bueno, las cosas de palacio van despacio y las investigaciones científicas a paso de tortuga mientras los países desarrollados no gastemos más en ciencia que en armamento.
Claro que, pensándolo bien, si dichos estudios se culminan con éxito, el lío que se va a organizar va a ser de órdago. Primero porque, como todos los tratamientos novedosos, será caro de narices y por tanto sólo al alcance de unos pocos privilegiados. ¿Qué tipo de protesta social se puede armar cuando veamos que nuestro riquísimo jefe esta hecho un chaval mientras que nosotros nos vamos convirtiendo en puros carcamales?
Y, en segundo lugar, pero no menos importante. Si el proceso se democratizara casi sería peor el remedio que la enfermedad. ¿Qué sucedería con la natalidad? La tarea de buscar la Fuente de la Eterna Juventud era algo muy bonito en el área de las leyendas, pero si lo aplicamos en la vida real, todo empieza a complicarse. Es obvio que no podríamos permitir que nacieran más y más niños si las generaciones anteriores no les van dejando paso. Y si lo admitiéramos, poco tardaría el planeta en reventar por las costuras debido al exponencial aumento de la población.
Para mí que no tardaría en implantarse algún tipo de eutanasia –socialmente admitida, desde luego- para ir eliminando a los vejetes que no pudieran o no quisieran aplicarse el tratamiento y que, por tanto, rendirían poca utilidad al resto de la sociedad. O nos impedirían tener ni un hijo más. O vete a saber qué nueva barrabasada. Parece una boba pérdida de tiempo construir futuribles que luego nunca llegan a convertirse en reales, de modo que aquí lo ddejamos.
“Esto lo están negociando los bancos para conceder hipotecas a 400 años” dice un lector espabilado. ¿Y por qué será que somos tan desconfiados? ¿Acaso tenemos algún motivo para serlo?
Abelardo Hernández