Rajoy elegirá a los candidatos de la Comunidad y Ayuntamiento de Madrid por eliminación y ya sólo quedan dos
(23-01-15) Hay que reconocer que esa política tancredista que usa Mariano Rajoy siempre termina triunfando. El que resiste gana, decía Camilo José Cela. Y lo mejor es que gana sin quemarse . Sin desgastarse lo más mínimo. Mariano no toma decisiones. Deja que la vida venga y que sea ella la que vaya quitando candidatos. Y, vaya, si los ha ido quitando.
En Madrid tenía un problema. Eligiese lo que eligiese, perdería. Y él sería el culpable por haber elegido. Así que optó por que fuese el tiempo quien fuese rindiendo a los candidatos.
Y la primera que se rindió fue Ana Botella. No era fácil quitarla. Tenía que quitarla pero no era fácil. Menudas agarraderas tenía. Así que dejó que la vida viniese y rezó una oración san Tadeo, que aprendió de niño allá en su Galicia natal, y las consecuencias no se hicieron esperar. La alcaldesa de Madrid se salió, inesperadamente de la carrera electoral. Ella solita. Cartucho ahorrado. Quedaban tres. Ignacio, Esperanza y Cristina. Aún eran muchos.
Pero como no le gustaba la cifra y le parecían, políticamente pocos para su estrategia, filtró que también había que contar con Soraya. Nada. La vicepresidenta no iba a ser candidata a nada pero tampoco le iba a dejar mal diciendo lo contrario. Sáenz de Santamaría sólo dijo que ella estaba al servicio del partido y eso valió para que todos la creyeran. Pero era imposible. Es imposible. Y González, Aguirre y Cifuentes lo sabían. Lo saben.
Y, como suele pasar, el que espera, desespera. Y Esperanza Aguirre se desesperó. No pudo esperar más y se ofreció. Yo quiero. Quiero. Mariano me pongo en tus manos. Incluso, seré buena. Pero Rajoy ni se inmutada. Ahora no toca. De todas formas, yo creo que algo le ha debido decir Rajoy en privado y bajo pena de excomunión si lo contaba, porque lo cierto es que a Esperanza se la ve más calmada.
Era igual, la espera continuaba. Y la siguiente en saltar ha sido Cristina Cifuentes. Con movimientos raros y poco explicados en los que intentaba conseguir protagonismo como fuese se suicidó. Tenía cartel. Caía simpática a la izquierda. Y también al centro izquierda. Pero no tiene el peso político de Esperanza Aguirre para hacer propuestas aunque sea por omisión. Y, después de jugar fuerte contra Ignacio González, quiso salir en fotos en las que no tenía mucho sentido. La aconsejaron mal. Sobraba en algunas y eso se paga.
Por último, escogió un mal momento para dar una rueda de prensa en la que intentó ponerse medallas destacando su brillante gestión de tres años en el cargo. Y lo hizo enrabietada para llamar la atención sobre su buen hacer porque no iba a tener voz en unas jornadas sobre Libertad y Seguridad, organizadas por el PP. Error. A esas jornadas estaban invitados, con voz, Ignacio González y de Esperanza Aguirre y ella no lo soportó.
La política de asuntos ‘a resolver por el tiempo y asuntos resueltos por el tiempo’ se había cobrado otra víctima. Cristina Cifuentes se borraba ella solita de la lista de candidatos.
Ya solo quedan dos. Esperanza que, pienso, ya sabe que es la candidata a alcaldesa de Madrid e Ignacio González que está siguiendo una política tan sencilla y primitiva como la de ‘haz cosas, aunque luego tengas que pedir perdón’. Política de hechos consumados, apoyados en una brutal campaña de buenos resultados conseguidos bajo su mandato. A Rajoy le costará quitarlo.
Es más, no lo quitará. Primero porque los resultados que tiene y las nuevas propuestas que hace le avalan y, segundo, porque no tiene recambio.
Al final, Mariano Rajoy habrá elegido por eliminación. Y todo habrá sido como el rayo de luz traspasa el crista, sin romperlo ni mancharlo. Y él sin desgastarse un ápice.
El problema es que esta política tancredista arrastra el peligro de siempre llegar tarde. Y esta vez creo que llega tarde.