Adrados tendrá que esperar a Febrero para saber si será candidata del PP a la alcaldía de Pozuelo y la duda la consume (Repetición)
(03-12-14) El PP no se inmuta. Rajoy tampoco. No pasa nada. Pero solo lo parece. Sí pasa. Lo decía Manuel Benítez Carrasco en sus famosas letrillas toreras sobre el paso del toro:
“Y pasa el toro, ¿y qué pasa?
Sólo pasa que a su paso
nadie sabe en qué pitón
va la gloria o el fracaso”.
Y este proceder de espera tiene el mismo peligro. El mismo. El tiempo en política es un toro y, cuando pasa, nadie sabe en qué pitón va la gloria o el fracaso. Y en el caso de Rajoy y el PP el toro, además es tardo. Más peligro aún. Pero es lo que quieren. Que nadie culpe a nadie si vienen los llantos.
El caso es que, tras este paréntesis poético, la noticia es que el PP proclamará en febrero sus candidatos a las municipales y autonómicas, después de la convención que celebrará en Madrid del 23 al 25 de enero. En febrero, ea. Con lo lejos que está Febrero y lo cerca que está Mayo.
Un planteamiento político como éste, a veces, me lleva a pensar que es una prueba de Rajoy. Una prueba. Como en un concurso televisivo. El Presidente del PP es así de maquiavélico y se le pueden ocurrir estas cosas. O, también que sea así de dejado y que espere que el tiempo resuelva.
Este retraso inconcebible que propone solo puede deberse a que quiere ver el comportamiento de los candidatos en situaciones complicadas. Y los dos tipos de comportamientos que se pueden dar los tenemos, claramente, en esta Comunidad.
Por un lado, está Ignacio González. No sabe qué va a pasar con él. Es el Presidente de la Comunidad de Madrid pero no sabe qué va a pasar en el futuro inmediato. Está algo desesperado. Y, a veces, lo dice. Pero el tío no para de hacer cosas. Se la juega. Pelea. Toma la iniciativa. Arriesga. Entra en campaña. Actúa como si ya fuese el candidato. No habla de programa pero habla de propuestas. Es lo mismo. Quiere seguir y apuesta. Y, si pierde, fue bonito mientras duró.
En el lado contrario está Paloma Adrados. No sabe qué va a pasar con ella. Está algo desesperada. La duda la consume. Pero calla. Cree que sí, pero no hace nada por si resulta que es que no. O, tal vez, su quietud sea por no molestar. Pies quietos. Hay que esperar. Qué nadie sepa mi sufrir. No hay que arriesgar. Si se tiene que ir, Paloma se irá pero no por haber dado un paso en falso. Venga a inaugurar tonterías. Venga a firmar contratos solidarios. Plantemos arbolitos. Singulares, eso sí. Algunos serán la pera limonera dentro de cien años. Pero, dentro de cien años, también todos calvos. Es igual.
Yo espero, al menos, que tenga el programa electoral in pectore, como se dice que tiene en mente el Papa el nombramiento de algún Cardenal. El problema lo tendrá cuando tenga que explicar ese programa a los pozueleros y no le dé tiempo.
Es cierto que el PP nacional tiene medios de comunicación poderosos para explicar lo suyo como tienen los candidatos a la Comunidad y al Ayuntamiento de Madrid y, para ellos es algo, relativamente, fácil. Pero, en Pozuelo, eso no va a ser tan fácil. Y tampoco está tan claro que aquí se siga votando al PP sin mirar, como se hacía antes. Esos tiempos pasaron. Así de fácil. Pasaron.
Ahora el PP tendrá, como poco, que explicar que tipo de ciudad quiere. Porque ese es el debate. Esa es la pregunta de los diez millones de euros. Ya no vale aquello de vamos a ordenar el desbarajuste sepulvedano y vamos a traer la seriedad. Eso ya, como el valor en la antigua mili, se da por supuesto. Ahora hay que explicar qué Pozuelo de Alarcón se quiere. Y ese concepto no se arregla subiendo o bajando impuestos. Ese es otro problema. Lo importante es saber qué se quiere. Y no estoy seguro de que la señora Adrados lo tenga en la cabeza.
Entre otras cosas, porque le da miedo pensar que alguien pueda leer sus pensamientos.