Si yo fuera asesor del Presidente Ignacio González
(28-01-14) Ya sé que no es tema habitual de esta columna. Que aquí, lo normal es que se hable de Pozuelo. Es lo suyo. Nació con ese claro objetivo. Pero esta mañana, al ir a por los churros y mientras esperaba turno, he oído la conversación de dos personas que estaban hablando de la decisión del Presidente Ignacio González de suspender la privatización de la sanidad madrileña. Era muy interesante. Tanto que ha intervenido el churrero con una frase lapidaria: ‘Si yo fuera asesor del Nacho González (desconozco la familiaridad del trato) le diría que se lo tomase todo con más calma’ y, a continuación, mientras hacía churros, empezó a largarnos su teoría política…
“Si yo fuera asesor del presidente le diría que se tomase las cosas con más calma y, de paso, le daría una tila para que contase, mientras se la bebía, hasta cien. O, incluso, más. Porque entre la violenta reacción del otro día en la COPE contra PJ Ramírez y la precipitada y absurda decisión de ayer, no parece que apunte maneras futuras en esto de la política en donde se exige, como poco, tragarse un sapo cada mañana.
Ayer, el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM) dijo, simplemente, que mantenía la medida cautelar de suspensión de la privatización sanitaria. No decía más. Su fallo no resolvía el fondo del asunto. Lo único que decía era que había que esperar. En cambio el señor González no esperó, cogió el cesto de las chufas y lo mandó todo al ‘carajo la vela’. Y eso no está bien, políticamente hablando. Yo creo que un político que se precie debe tener más aguante y, sobre todo, más fe en sus decisiones políticas y en su propia gente…”
Lógicamente, como no paraba de hablar, me llegó el turno: “Yo quiero dos porras y media docena de churros”
Pero él siguió a lo suyo. “Si yo fuera asesor del presidente le hubiera dicho que se equivocaba haciendo lo que hizo. ¿Me ha dicho media docena de churros? Le hubiera dicho que su decisión era precipitada, que había que tomarse 20 días, como poco, para analizar todo despacio y ver las consecuencias. Yo le hubiera dicho que no abandonase un proyecto como el de la gestión privada de la sanidad pública porque, en él, mucha gente tenía puestas grandes esperanzas. Y porque, además, con ello convertiría una posible victoria sobre las izquierdas ‘pisahormigas’ en una derrota segura de la derecha reformista, con todo lo que ello lleva consigo. Pero lo hizo. Allá él. Son 3,40”.
En ese momento, cogió la bolsa de los churros y me la entregó. Le pagué. Y, cuando me iba, le comenté… “Vaya si está usted enterado de la política autonómica…”. A lo que el hombre me contestó: “En realidad soy abogado, pero como la cosa está tan mal me hice churrero”.